Marco Tardelli

¿Un post de fútbol? Oh, sí, un post de fútbol. Vaya por delante y primero lo mucho que he disfrutado con el triunfo de la selección española en la última Copa del Mundo, celebrada en Sudáfrica por si no lo sabían. Fijaos que todas las selecciones que han ganado un único campeonato, Francia e Inglaterra, lo hicieron en casa, y eso compete también a la Argentina del 78, pese a Kempes. En realidad, la catarsis que hemos vivido tiene mucho de nostalgia rediviva, de impulso a las frustraciones pasadas, de madrugones indecentes, de subidones y bajadas y, en suma, sufrimiento de años. Nunca pensamos a la postre que viviríamos esto. Yo era escéptico. Una Eurocopa no justifica la condición de favorito, digan lo que digan, porque una Eurocopa la tenía que ganar España tarde o temprano. Echad si no un vistazo al palmarés. Pero la realidad es que hoy España es campeona del mundo de fútbol, y eso son palabras mayores, aunque el futbol te importe muy poco. Otra cosa son los daños colaterales: jamás se vio -¿o sí?- mayor densidad de estupideces propinadas por prensa, televisión, radio, en menor o en mayor medida. Sirva como ejemplo la gilipollesca denominación «La Roja», una mongolería de tamaño descomunal que a punto estuvo de desvirtuar el enorme mérito de un equipo que, además de por victorioso, se ha caracterizado por vivir al margen -al menos en apariencia- de la tontería mediática y contagiada al vulgo en masa.

Dicho lo cual, explicaré ahora el puntito que no me permite disfrutar en toda su plenitud este triunfo verdaderamente histórico. Y ese es la celebración, tanto de la victoria final como del épico gol de Iniesta. Respecto a lo primero, bueno, está claro que la mayor parte de los futbolistas de España son chavalitos, millonarios pero chavalitos, que juegan a la play, gustan de las discotecas y de la frivolidad imperante entre los jóvenes de su edad -vivida con mayor lujo, claro, pero a lo que parece con cierta capacidad de contemporizar. Así no se celebraba antes, había algo de artificial, cierto ambiente de Max Mix 4, no sé si me entiendes, pero creo que quedará mucho más claro con lo que contaré ahora. He hablado a menudo durante este Mundial 2010 del momento en el que murió la épica trágica y dramática REAL del fútbol, que coincide en el momento en el que a mí dejo de interesarme del todo -hasta que estos se empeñaron en llevarme a la caldera rojiblanca a decir barbaridades: la fecha es 1986, Mundial de México, concretamente el partido de cuartos en el que la Francia de Platini, esa Francia que mereció haber sido campeona alguna vez, dejó fuera al Brasil de Zico y Sócrates por penales. En ese momento, Brasil decidió reconvertirse en un equipo efectivo que ganara sin cautivar, entró a reinar el «capellismo» que condujo a la ridícula Argentina del 90 a la final y que ha dado títulos a la selección carioca o a la Italia del 2006. Ese es el certificado de defunción de un deporte que, más allá de las querencias personales, no da pathos ni siquiera en la competición más importante.

Cuando Iniesta marcó ese agónico gol que hacía a España campeona justamente ante una Holanda caricaturesca -ya se dijo que la herencia de Cruyff está en el centro del campo español-, sucedía lo siguiente: una selección que nunca había estado en una final, que nunca había tenido la más remota posibilidad de ganar un mundial, a punto de jugárselo todo en la cara o cruz de los penales, pasó, volvió a pasar y marcó. Un país entero pegó un grito. El jugador que lo había marcado expresó primero cierta desconfianza, mirando al juez de línea, pero cuando se dio cuenta de lo que había hecho salió corriendo presa de júbilo, y se quitó la camiseta para mostrar una leyenda en la que sentimentalmente recordaba a un amigo fallecido, bonito detalle que, desgraciadamente, sirvió para que el subnormal del presidente de este país dijera una subnormalidad más a su debido tiempo. No objeto nada al hecho en sí, pero su motivación me hace pensar con nostalgia. Para hacer eso, hay que tener la cabeza sobre los hombros, tener muy claras las ideas, y en el momento en el que se ha marcado un gol que cambia la historia del deporte en este país, lo lógico, creo, es que tu mente se vaya, tu mente, la pasión, la persistente conciencia inconsciente de tu logro deben impedirte cualquier acto premeditado, eso creo yo. Menos intenso pero también preocupante -por la menor importancia de los partidos- es el gesto continuo de David Villa, motivado al parecer por un anuncio de hamburguesas protagonizado por él. A todos ellos, yo les pido que vean este video:

Vaya, «éxtasis», «un volcán que explota». Oiga, y miren como mueve la pelota la Italia del 82. La culpa no es de Iniesta, es el signo de los tiempos, todo está tasado, hasta la pasión, hasta la locura colectiva, hasta el grifo de las tonterías que se dicen y se dicen sin descanso. La culpa tal vez sea de que Zico nunca ganó, no lo sé, tal vez sea de que el cambio de estos veintiocho años haya sido más obtuso de lo que es fácil apreciar a primera vista.  España es campeona del mundo  pero yo sigo envidiando a la Italia que venció en el 82 -no a la del 2006, por favor. Y es que díganme, ¿de verdad se imaginan a Iniesta contando su hazaña dentro de otros tantos igual que Marco Tardelli? Si la respuesta es positiva, es que usted y yo vivimos en otro planeta.

~ por Antonio en julio 24, 2010.

Una respuesta to “Marco Tardelli”

  1. Forza Azurri!!!
    Capo de Sarria. Italia-Brasil…
    Me acuerdo viendo a Sandro Pertini correr por el palcoel dia de la final. De aquella Italia de Rossi y Dino Zoff todos éramos amigos. Lastima que su selección como el propio país haya ido cayendo en simpatía, como bien dice en comparación con la del 2006.

    Respecto a España…, si que alegría. Me he comprado otra vez la camiseta, como hice en la eurocopa. Si…., pero cuanto gilipollas hay en España. Que sensación más rara alegrarse de lo mismo que se alegra tanto cerdo…

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