El CD no era el demonio

Hace algún tiempo reflexionaba en este lugar sobre el fenómeno de la acumulación ingente de material musical en diversos soportes, partiendo en algún momento del lejano día en el que, asombrado, no pude comprar un nuevo disco de Dylan en vinilo y tuve así que adquirir mi primer CD, World Gone Wrong, al caer el año 1993. Así, resulta muy extraño que hace muy poco tiempo haya conseguido una copia en flamante plástico de la reedición que MOV ha sacado de aquella joya del espíritu: el devenir de las cosas ha parecido darse la vuelta y pararse en dirección contraria, en un momento en el que parece que para el aficionado al asunto sólo caben dos opciones, optar por el formato digital o volver al LP si quieres disfrutar del objeto físico, tocarlo, olerlo, no tenerlo sin tenerlo perdido en los recovecos de la nube o el puto streaming, que todo parece darlo sin dar nada a cambio. El mensaje es «tira tu jodido CD, úsalo de posavasos». Vinilo o iTunes, tuya es la elección. CD no. 23 años después World Gone Wrong me da un mensaje físico opuesto.

Sin embargo, no entiendo por qué hay que demonizar el CD. Desde luego los CD-R son carne de perro, y buena parte de mis esfuerzos coleccionistas han ido encaminados últimamente a reponer en edición original muchos discos que tenía grabados. Y muchas ediciones en CD son cojonudas, muchas, además de estar cada vez más baratas. Seamos sensatos: la fabulosa caja en CD con los cuatro discos que 091 grabó para Zafiro costaba casi lo mismo que uno sólo de esos discos en formato vinilo y la edición es primorosa. Pequeña, sí, pero primorosa. Y suena de la hostia. El hardcore fan desde luego que no tendrá problema para comprarse ambos formatos -yo lo hago con Dylan, claro- pero si tienes que elegir en condiciones normales no entiendo por qué debo gastarme cuatro veces lo mismo por el postureo de tener el vinilo, ojo, mucho más atractivo, normalmente con un sonido más real y poderoso. Paradójicamente, los CDs ahora suenan muchísimo mejor que en los primeros tiempos de masters dimediados, al tiempo que el coste desciende. No hay más que mirar las patéticas primitivas ediciones a precio de oro de los mismísimos Beatles o, claro, del propio Dylan. Ediciones ahora cuidadas, con bonus, con bonitos libretos, en digipack. Artefactos preciosos que me fascina atesorar -en un espacio razonable, pardiez- junto a mi creciente, claro es, colección de vinilos.

No, el CD no era el demonio. Cuando ahora pongo mi Rubber Soul en CD en mi nuevo Denon me sublima tanto como cuando pongo The Day the Earth Turn Blue de Gene Vincent en vinilo en mi Project III. Ambos suenan como dios, ambos me hacen viajar. Si de íncubos y súcubos hay que sospechar, eso es el streaming de marras y todo lo digital que no se puede tocar. Lo que no se puede tocar es pecaminoso porque no existe y es pensamiento impuro. Dame CD, dame vinilo, quiero mecerme en los anillos de bruma de tu mente.

~ por Antonio en octubre 4, 2016.

Una respuesta to “El CD no era el demonio”

  1. Amén.

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